Me admiro, me respeto y me aplaudo porque dejé de vivir la vida corriendo, siempre rápido, cumpliendo con todo. Ya aprendí que mi valor no está en lo que hago o deje de hacer; soy suficiente como soy, y hoy confío en el tiempo de cada paso que doy, siempre en calma, siempre serena.
Mi corazón es empático, abraza y se inspira en la sabiduría colectiva que reside en otras mujeres con las que comparto: aquellas que escogen el camino poderoso de la autenticidad y de la vulnerabilidad; corazones curiosos, conectados y apasionados, con los que genero vínculos sagrados e importantes para mí. Entre nosotras no hay tiempo para la crítica, ni las envidias, ni para hacernos menos porque brillamos mucho. No, no somos engreídas; simplemente sabemos nuestro valor y nos escogemos a nosotras primero.
Mi fuerza interior reside en mi sabiduría y en la confianza que tengo en mí misma, en la valentía y determinación con la que avanzo, siempre serena y sin disculpas, porque sé que soy suficiente. Mi corazón empático se inspira en la autenticidad y vulnerabilidad de otras mujeres, creando vínculos sagrados libres de juicio y llenos de apoyo y admiración. Me elijo a mí misma primero, honrando mi valor y el de quienes me acompañan.
